En esta nueva entrega de «Palabras de un padre EPE» los niños se convierten en maestros de sus padres, las familias se reúnen y comparten en comunidad el proceso del papel reciclado.

Esta es otra perspectiva de nuestro artículo anterior «La experiencia y el experimento de una comunidad», esta vez en las palabras de Alfonso Ortega, padre de Eva del Nivel 5:

Papel reciclado para compartir en comunidad

Nos despertamos ese sábado con más algarabía que de costumbre. Como siempre sucede, justo el día en que uno desearía dormir un poco más, los niños suelen madrugar. Esta vez el motivo era la reunión de los compañeros de Eva. El propósito: que ellos, los niños, nos enseñaran a hacer papel reciclado. En el Conversemos, Patricia había expresado su deseo de llevar a cabo esta actividad, puesto que están haciendo libro desde cero, empezando por fabricar desde el papel.

La actividad serviría también para conocernos con las demás familias, volvernos a ver con amigos de los años anteriores, permitir que los pequeños pudieran ejercer el rol de maestros con sus padres, y de repente un asado. Muchas buenas razones nos sacaron de las sábanas calienticas y ni siquiera la lluvia, que siempre es pertinaz, nos disuadió.

Total que fuimos llegando de a poquitos, algunos más temprano, otros más tarde (nuestra familia entre las últimas). En el salón de artes los distintos grupos se ocupaban del proceso: unos seleccionaban papel, otros los volvían migajas lo suficientemente pequeñas como para  poderlas pasar por la licuadora, dos niños en una mesa se ocupaban de darle trabajo a la licuadora y en la parte superior prensaban el papel ya procesado. Joaquín y Patricia nos explicaban partes del proceso, los niños a ratos venían a ayudar y luego se perdían por momentos, ocupados en sus juegos. De a pocos, también, las cuerdas con las hojas ya prensadas se iban llenando, hojas de distintos colores, en su mayoría grises o de tonos azulados, como un primer contenedor de lo que serán las historias de nuestros hijos.
Desde muy pequeña, Eva ha tenido un especial interés por expresarse; de hecho, todo en ella es expresión. El proyecto del libro le viene perfecto y la emociona. Varias veces vino a mostrarme las hojas ya colgadas, a contarme lo que pensaba dibujar en ellas, y me imagino que lo propio ocurrió con los demás niños y sus familias. Le comento a Patricia que sería buenísimo hacer después un taller de encuadernación, y una mamá apunta que sabe cómo elaborar papel de mayor gramaje que serviría para las carátulas. 
De repente comenzó a oler a fogata. Las contribuciones al asado se acumulaban a un lado del salón y afuera varias personas se encargaban ya de armar el asador y prender el carbón. Se acercaba el mediodía y el hambre y la promesa de cosas ricas nos fueron llevando a la mediatorta. Carne en cantidades, guacamole, plátanos asados, pinchos venezolanos, salpicón, papa criolla, pechuga, chorizos… comimos, conversamos, nos quemamos y hasta un poco de lluvia al final que no logró apagar ni las brasas ni las ganas.
En resumen, un día magnífico.  La promesa de un nuevo encuentro que ojalá se dé pronto. Algunos temas que surgieron y que interesa conversar más a fondo. Como colofón, Francisco el papá de Óliver, apuntaba con razón que estos encuentros permiten rodear a nuestros hijos e hijas de comunidad.

Y tú qué opinas ¿crees qué es importante crear una comunidad en tu escuela y compartir actividades como ésta juntos? únete a la conversación dejando un comentario y compartiendo esta nota en facebook.
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