​Es interesante por lo absurdo, que las presiones internacionales estén conduciendo a que en todas partes terminemos teniendo la misma escuela. Y es también absurdo que las autoridades de la educación en Colombia no rechacen esa visión miope que conducirá a que todos los niños repitan las mismas respuestas a los problemas estandarizados e inútiles que se les plantean e ignoren totalmente lo que nos hace definitivamente distintos; esto es, en nuestro caso, lo que nos hace colombianos, tropicales.

En Colombia tenemos más de 100 grupos originarios muchos de ellos con sus lenguajes escritos, sus conocimientos ancestrales, sus prácticas de vida, supervivencia, curación y manejo del agua. También con sus músicas y poesías y formas de ser felices. Y, también con sus tecnologías de la caza y la pesca, de la siembra y del tratamiento de fibras. Son grupos humanos de los cuales podemos aprender mucho, así como podemos aprender de los campesinos de las variadas regiones que constituyen la geografía de Colombia.
 
Ahora que podemos hablar de la paz como una perspectiva cierta, tenemos que recapacitar acerca de nuestra educación que centrada en la escuela europea de siempre desconoce nuestras realidades, que entre otras cosas pueden ser la salida para nuestro país en términos de sobrevivencia e incluso de progreso. Si no conocemos nuestra diversidad y no reconocemos las posibilidades que surgen de ella, estamos tal vez abandonando la opción de proyectarnos a partir de formas alternativas y probablemente exitosas a los caminos recorridos y sobre utilizados por el pensamiento denominado occidental.

Y para conocer quiénes somos y para reconocernos en nuestros saberes y tecnologías tenemos que vincular a las escuelas representantes de nuestras comunidades originarias y campesinas, mestizas y afros, roms y cimarrones… Y tendremos que buscar la manera de ir a los territorios en donde están, para conocer de cerca otras formas de vivir y de ser colombianos.

​Y al hacer estas cosas no podemos esperar que quienes nos acompañen mostrándonos otros universos, enseñándonos esas otras formas de vivir y de ser felices tengan que haber pasado por las universidades para lograr los diplomas de licenciatura.

Esos saberes alternativos poseen universos de referencia alternativos. No podemos pensar en lo otro siguiendo los senderos de siempre; que, entre otras cosas ya sabemos que basados en la repetición y eludiendo la creatividad y el pensamiento alternativo no nos ha permitido SER lo que podríamos llegar a ser.

​La complejidad de dar la posibilidad a nuestros jóvenes de conocer y confrontar diversas formas de saber y de conocer, más allá de la conocida como conocimiento científico, nos coloca, pese a las dificultades que encierra, en un punto de ventaja ante la homogeneidad que impera en casi todos las escuelas del mundo.

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